jueves, 8 de marzo de 2012

PROCESOS DE TRABAJO. SITUACIONISMO

LOS SITUACIONISTAS
Y LA ARQUITECTURA


Éste no es un artículo académico convencional. Por el contrario, deseo
analizar una serie de temas que interesaban a los situacionistas, haciendo
una especie de collage de comentarios sobre los que considero elementos
clave de su pensamiento sobre la arquitectura y la ciudad, que eran,
realmente, elementos de importancia básica para ellos. Estos elementos
son los siguientes: 1. el minarete; 2. el campamento gitano; 3. la dérive;
4. Luis II, el rey loco; 5. el cartero Cheval; 6. el Merzbau; 7. Le Corbusier;
8. París; 9. la psicogeografía; 10. Love on the Left Bank; 11. las bicicletas
blancas; 12. détournement; 13. la Caverna de la Antimateria; 14. Nueva
Babilonia; 15. Watts; 16. la arquitectura de la desesperación; 17. Vienna’s
Place; y, finalmente, 18. Albisola.


1
[…]


2
A
continuación, el campamento gitano. Otro de los primeros miembros
del grupo situacionista, que se remonta a la época de la Bauhaus imaginista,
fue Giuseppe Pinot Gallizio, un artista italiano. Pinot
Gallizio había
desempeñado un papel importante en su ciudad natal del norte de Italia
al defender los derechos de los gitanos a levantar campamentos. Esta
defensa del nomadismo se convirtió en un elemento importante del pensamiento
situacionista. El artista belga Constant, otro de los primeros
situacionistas, diseñó un campamento gitano como proyecto arquitectónico,
creando una maqueta de un complejo que se podía desmontar,
transportar y volver a montar. Después de que la Internacional Situacionista
fuera disuelta, la compañera de Debord, Alice Becker-Ho, escribió
un fascinante librito sobre el idioma romaní. Hay una sensación obvia de
que este interés por respaldar a los nómadas y a los gitanos podría estar
también relacionado con el apoyo de Jorn a lo espontáneo y lo dionisíaco,
por encima de lo clásico y lo apolíneo. Estar fijo, estático, es rechazar
la actividad espontánea, permanecer, en cierto sentido, aprisionado en un
único lugar de confinamiento. Constant diseñó, de hecho, como veremos,
su proyecto de ciudad, Nueva Babilonia, que sería habitada sólo por transeúntes,
en lugar de tener una población estable. De alguna forma, era como un único y

enorme
hotel a escala de ciudad.


3
Ahora, la dérive. Guy Debord escribió el texto clásico sobre la «Teoría de
la dérive» –normalmente traducida como deriva– en diciembre de 1958,
en el segundo número de Internationale Situationniste. La define como
«una técnica de tránsito fugaz por diferentes ambientes». Nótese, de nuevo,
el gusto por la fugacidad y la espontaneidad. La idea básica de Debord
es que este proyecto de vagabundeo por la ciudad no debería estar determinado
por ningún plan preconcebido, sino por las atracciones o contraatracciones
desalentadoras de la propia ciudad. Exige un «dejar pasar» las
«razones usuales para el movimiento y la acción», podríamos casi decir
que es un dejar pasar la identidad diaria. Debord parece haber sido inspirado
en parte por el estudio titulado Paris et l’agglomération parisienne,
de Paul Henry Chombart de Lauwe, publicado en 1952; y especialmente
por sus mapas, que con frecuencia se usan como ilustración de la revista
situacionista y en las propias obras de arte de Debord. Le impresionó
especialmente un mapa que detallaba todos los movimientos hechos en
un año por una estudiante que vivía en el arrondissement 16: «su itinerario
traza un pequeño triángulo, sin desvíos, cuyos vértices están formados
por la Escuela de Ciencias Políticas, su residencia, y la de su profesor de
piano».
Horrorizado por esta rígida repetición de un patrón de movilidad fijo,
Debord concibió su dérive como una forma de crear itinerarios completamente
nuevos e impredecibles, dependientes de la casualidad y de los
impulsos y reacciones espontáneos y subjetivos del vagabundo. El recurso
a la casualidad nos recuerda, inevitablemente, la doctrina de la «casualidad
objetiva» de André Breton, y sobre todo a su gran libro, Nadja, que
registra una serie de paseos sin objetivo por París, puntuados por un
patrón de atracción y repulsión hacia ciertos edificios, o tipos de edificios,
en lugar de otros. Debord señala que esta técnica de dérive sólo es necesaria,
de alguna forma, porque su proyecto más amplio de «psicogeografía
» todavía no está suficientemente desarrollado. La psicogeografía haría
posible la creación de mapas en los que se hubiese designado ya qué
lugares o regiones favorecían el despertar de un tipo de respuesta afectiva
o estética, de forma que se pudiese realizar una cierta planificación
previa. Mientras tanto, la casualidad era el mejor método. (Es realmente
significativo que este texto se escribiese mientras John Cage dirigía sus
seminarios sobre procedimientos casuales en la School for Social Research
de Nueva York. Quizá fuese una coincidencia.)
Una dérive podía durar unos minutos o incluso varios días. La duración
carecía de importancia. Se podían utilizar taxis para conseguir un transporte
rápido fuera del entorno habitual propio. (Una de las demandas
situacionistas era la abolición de los coches privados y su sustitución por
flotas de taxis de bajo coste.) Como el libro de Breton, la dérive también
implicaba la posibilidad de encuentros casuales, de conocer a desconocidos.
Debord sugiere incluso que el sujeto de una dérive podría ser invitado
a visitar un lugar concreto en un momento dado, con la expectación
de conocer a una persona desconocida, viéndose así obligado a presentarse
aleatoriamente a los transeúntes en un esfuerzo por determinar si
ésa era la persona que estaba buscando. Ésta se denominaba la técnica
de la «posible cita». También revela un gusto por extraviarse en lugares
extraños: «pasar la noche en casas a punto de ser demolidas […] pasear
por catacumbas subterráneas, prohibidas al público, etc.». Aquí vemos la
dérive como una especie de viaje onírico, incluso como una invitación a
romper tabúes; o quizá, simplemente, a disfrutar de lo que podríamos
considerar, en el registro arquitectónico, lo pintoresco gótico.



Peter Wollen

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